Operamos a Luna.
Había que hacerlo.
Me asumo incapaz de regalar cualquier eventual hijito suyo... además, cero espacio.
Y en mi vejez sería como ella: 

Cuestión: Luna ya pasó por el vet - quiso comerle la mano - y acá está, hecha percha, sin poderse sentar.
Y yo toda acongojada por no poder aliviarle un poquito al menos el post.operatorio.
Es impresionante cómo muchas personas nos conectamos con nuestras mascotitas.
Que me dejen de joder con que los animales no tienen inteligencia ni sentimientos (sí, a usted le digo, señora de Didáctica, psicóloga evolutiva : la que no tiene sangre es USTED).
Cuando la llamamos por su nombre, Luna enseguida viene, o gira las orejas.
Cuando nos movemos por la casa, ella viene detrás.
Cuando osamos siquiera mirar otro lindo gatito, nos recuerda quién es nuestra reina.
Me sigue hasta la vereda cuando saco la basura.
Es nuestro despertador cada día a las seis y media de la mañana.
Duerme acurrucadita a los pies.
Es nuestro despertador cada día a las seis y media de la mañana.
Duerme acurrucadita a los pies.
Y yo proyecto sobre ella los hijos que aún no queremos tener.
Y ella lleva su trapito adonde estemos, se relame con las tiras de melón y posta (pero posta): sabe decir mamá y papá.