jueves, 8 de enero de 2009

Crónicas Bolivianas

En las vacaciones de invierno estuvimos unos días en Salta y saltamos del otro lado. Conocí Bolivia poco menos del mes antes que cierren la frontera.
Transcibo unos fragmentos de mi diario de viaje... en entregas.

Jueves 17 de Julio

Hoy salimos a Bolivia. Dejamos el Residencial España, este hotel tan bonito donde encontramos lugar. Si algún día volvemos, espero nos hospedemos acá. El remisero, muy bueno y amable (como todo salteño hasta ahora) y también buen conversador. Está a favor del campo, no se lleva con jujeños y tucumanos (estos últimos chorros y mentirosos), Bolivia no es tan lindo ... como SALTA.

El viaje es hermoso, aunque se hace largo porque el colectivo entra en cada pueblito y para, mucho a veces. El sol pega fuerte. De Salta entramos a Jujuy y luego a Salta de vuelta. El paisaje va cambiando. Se hace más árido y luego la vegetación reaparece. Plantaciones de soja y mucho monte. Los ríos y arroyos casi todos secos; salvo el Bermejo, bajo pero con un importante caudal.

El último lugar argentino: Salvador Mazza, o "Pocitos Argentina", en la frontera. El sol raja la tierra roja. El polvo y el calor agobian. Caminamos hasta el edificio de Aduana: dos paredes y un tinglado separan los países. Pasamos y ni nos piden el DNI, nada.

Del otro lado, Pocitos: un puente y el shock. Un choque contra una pared. Una sacudida cultural. Una fractura de la continuidad. Literalmente, otro país. Mucha, mucha, mucha pobreza. Indigencia. Colores. Montones. Puestitos apiñados. Gente que viene y que va. Calor. Mugre. Olores. La bandera. Casas viejas. Calles de tierra. Veredas hechas negocio. Toldos, telas, chapas para tapar el sol. Comida. Autos importados y viejos (todos). Chicos. Viejos. Perros. Carteles. Hombres y mujeres que van y vienen, cargados, como hormiguitas. Imágenes de cristo, la virgen, ídolos, por doquier.

Tomamos un remís que nos llevará a Yacuiba - a diez minutos de Pocitos. El auto es viejo, sucio y caluroso. La otra opción es tomar un colectivo, una especie de trafic para diez perosnas. Pero no es seguro, te pueden robar. El remís tiene dos opciones: completo o compartido. Completo, no sube nadie más pero es más caro. Cuando es compartido suben otras personas hasta completar el auto, y el chofer toca bocina en cada esquina para avisar que se lo puede tomar.

Segundo shock: cómo viven. Apiñados, apilados, amontonados en casas derruidas. Uno no puede hacer más que sentir el impacto y una impotencia fuerte, muy grande. Comienzo a ver cómo es la idiosincrasia de Bolivia. A pesar de los sacudones, me propongo una actitud abierta: ver, escuchar, impregnarme.

Dejamos las cosas y muertos de hambre, comemos unos tostados con cerveza Paceña, muy liviana y tomable... y caliente. Salimos a caminar un par de cuadras. Cambiamos plata - 1 peso boliviano = 2,40 argentinos. Más puestitos y gente, gente, gente. No me alcanzan los ojos para mirar la cantidad de cosas y cositas. Lo pedís, lo tenés. Caminamos dos cuadras que parecen veinte, hasta la plaza: hermosa, muchas plantas.





La cama es muy dura. No estamos acostumbrados a una cama así. Descansamos un rato; prendo la tele y miramos las noticias y publicidades de Yacuiba. Recuerdo ahora algunos títulos: "La Gota Bailable", "Aseguradora San Antonio Porres"; y a un periodista defenestrando a Evo y bajando línea como loco.

Salimos a cenar. Por recomendación expresa, dejamos el Picante de Gallina para el mediodía siguiente (lo bien que hacemos...). Pedimos asado de tira y vino boliviano. Como entrada nos traen Locoto, un ají. Una puntita y calienta terriblemente la boca; el efecto no se va. La comida llega enseguida, acompañada de bastones gruesos de papas fritas y arroz seco - todo lo acompañan así. Más tarde me cuentan que el arroz se lava tres veces y se pone a secar antes de la cocción. Está todo riquísimo. De postre unos pedazotes de flan que no te dan en ningún lado. Pipones, caminamos en la noche hermosa y fresca.

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