Me enamoré del único chico que vive en la luna
(éste es un secreto que en realidad no es)
Una de esas noches, calma y cómplice, que me gusta caminar, pasé por ahí.
Y yiré un poquito más en torno a ella.
Muchas otras veces lo había hecho, pero ninguna vez antes lo había visto
(la luna es grandota).
Y allí estaba, sentadito. Calmo y cómplice.
Único habitante.
Y por un instante que fue efímero al fin, pero que supo parecerme eterno,
tuve ganas de orbitar para siempre.
El chico en la luna me espera.
No me va a tejer una escala de rayos plateados,
ni a enviar un Mercurio de alas en los pies.
Ni va a dejar su luna en el agua clara, porque el pertenece allí.
Y yo soy del viento.
De todas y de ninguna parte.
(Pero el único chico en la luna).